En el imaginario de muchos latinoamericanos amantes de los libros – y ciertamente también de habitantes de otros lugares – caminar por algunas calles de la ciudad de Buenos Aires siempre ha tenido el sabor de un premio o un regalo. Espacios en edificios conservados, estanterías interminables en las paredes, pero también simples bancos en los que libros y libros se extienden, se apilan y se dejan ser disfrutados por los interesados. Saliendo por una puerta, casi al lado, puedes entrar en otra y otra... Y seguir mirando, hojeando, disfrutando sin prisas. Cosas preciosas que casi se esconden en la diversidad de títulos, autores, géneros. Allí se encuentra casi todo. Traducciones al español de clásicos y novedades, libros recién publicados, las librerías son un puente para transitar en el mundo – sí, en el mundo – para el lector interesado, estudioso, curioso, pero que no lee textos en inglés, francés, alemán, ruso...